DETALLES INÉDITOS

 

RECONSTRUCCIÓN DE LOS HECHOS

¿Quién fue en realidad Arcesio Bermúdez?

En el municipio de San Antonio del Tequendama, en medio de vacas, caballos y gallos, nace mi abuelo Arcesio Bermúdez, un hombre que desde pequeño aprendió a ordeñar, a caminar descalzo entre las piedras de los ríos, un hombre que comió durante diez años pan y panela, un hombre que no pudo estudiar porque el famoso periodo denominado LA VIOLENCIA se lo impidió, lo desplazó, pasando por varios municipios aledaños hasta llegar a Anolaima. Claro, no todo fue tan sencillo, aprendió a criar abejas, a labrar la tierra, a explotar el sector forestal; todo en un periodo de veinte años. Cuando logró instalarse en su finca en Anolaima, se sintió completo, tranquilo, hasta la noche del 4 de julio de 1969. 

 

 

Desde el principio todo estaba pactado

Esa mañana del viernes 4 de julio de 1969, Arcesio se levantó como de costumbre y luego de desayunar, salió a comprar un buen mercado al pueblo para la visita que su familia le haría en horas de la tarde. Según las fuentes de allegados a mi abuelo, era la primera vez que Arcesio se quedaba tanto tiempo en la plaza dándole de comer a las palomas, era como si las aves no lo quisieran dejar ir, como si una fuerza lo amarrara a quedarse. Sin embargo, él partió de regreso a su finca como lo prometido.

Alrededor de las 16 horas, ya todos instalados, sugirieron ir al pueblo a caminar, pero toda la idea quedó atrás por la atención que recibió el cohete que Israel, uno de los amiguitos de mis tíos, hizo en el colegio para la exposición de ciencias con motivo de la misión Apolo 11 que se enviaría al espacio el 16 de julio de ese mismo año.

La noche llegó y los niños seguían distraídos con el cohete, de vez en cuando iban a la casa por refresco y salían de nuevo a los campos. Pareciera que lo material del juego se hubiese hecho realidad porque cuando la noche se hizo más oscura, siendo las 19:30, una luz de color ámbar se posó sobre uno de los árboles de la finca que entre parpadeo y parpadeo se acercaba de manera regular, con pequeños destellos y sin ningún sonido. Los niños aterrorizados gritaban y le lanzaban piedras, pero entretanto la luz se hacía cada vez más grande. En ese instante, como alma que lleva el diablo, Arcesio salió con una linterna que le rapó a uno de los menores y la persiguió hasta alcanzarla. Después de un angustiante silencio, Arcesio pidió un machete, pero ya era tarde porque la luz había desaparecido. Cuando regresó a casa, el brillo de sus ojos se había perdido, expectoraba continuamente, y su pulso era casi imperceptible. Tomó algunos calmantes y con un vacío y un sueño inusitado, cerró los ojos.

La pesadilla de un cuervo

Después de mucho tiempo, era la primera vez que Arcesio soñaba de verdad. Soñaba con las manos arrugadas y el cabello blanco de su mamá, era la primera vez que soñaba con los desfiles militares del 20 de julio, y era la primera vez que soportó una pesadilla cargada de ruidos y llantos:

        -Anoche soñé que un pajarraco negro y un bebé vestido de blanco me miraban con sus ojos gigantes desde la ventana y me gritaban ¡Cobarde, cobarde! Después me levantaba de la cama, corría tras ellos para agarrarlos, pero en menos de un parpadeo, ya estaba junto a ellos encima del árbol de la finca, envuelto en sangre negra. Entonces recé y al instante se produjo una vibración en la tierra, y una voz que provenía de algún lugar me decía “termínala, termina la oración” pero el árbol se cayó y el suelo se abrió, parecía el infierno porque quemaba, entonces grité y ahí fue cuando desperté.

Sí, esa mañana del 5 de julio mi abuelo sudaba, no paraba de vomitar sangre, su piel era más áspera, fría, su lengua era de color púrpura, su contextura era más delgada, y sus ojos ya no los podía abrir. Esa mañana todos lo increparon con preguntas, que medianamente pudo responder con este relato:

   -Cuando crucé el campo, la luz se alejaba cada vez más y más. Pero cuando bajé el barranco, la luz se detuvo, una especie de neblina se levantó sobre el campo y de ahí salió ese marciano, parecía un marciano como en las películas, así, alto, gris, de ojos y cabeza grande, y ahí fue cuando pedí el machete, pero ese marciano ya se había largado.  

Mi familia no soportó el miedo, algunos regresaron a Bogotá, otros se quedaron cuidando a mi abuelo, pero lo cierto es que los siguientes días, fueron un calvario.

Alucinaciones venenosas

A esta altura mi abuelo estaba moribundo, azul, seco, sin apetito y lo poco que bebía lo devolvía en la orina sanguinolenta, su respiración se hacía más lenta, y sus extremidades eran más heladas y pesadas. No lograba conciliar el sueño, sentía voces tormentosas que lo penetraban en la soledad de la noche. Las alucinaciones eran frecuentes; duendes rojos, niños gritando, hombres de color verde. Con frecuencia sentía algo dentro de su piel, no era dolor, era algo o alguien que estaba dentro de él que quemaba y por eso se mordía, se rascaba hasta sangrar para arrancárselo. Así habrá durado un par de días más, hasta ser trasladado a Bogotá a un hospital de cuarto nivel con la esperanza de hallar una recuperación, sin embargo, cuando llegó, todos los síntomas habían desaparecido y su cuerpo estaba inconsciente. Al día siguiente falleció. Los médicos no pudieron llegar a una resolución exacta de su diagnóstico, además de asegurar que las alucinaciones se debían a una reacción adversa a los medicamentos consumidos en días anteriores, pero esa valoración médica dio un vuelco inesperado cuando uno de mis tíos relacionó la muerte de Arcesio con el suceso del 4 de julio. 

Guerra por la verdad

Según los análisis de los informes de la autopsia; el hígado presentaba una pigmentación entre violácea y verdosa, en el tallo cerebral se halló una masa de consistencia friable y en el estudio microscópico, se llegó a la conclusión de que algunas de esas células no eran parecidas a las humanas.

 


 



Nadie en el hospital lo creía, parecía una broma de mal gusto, pero para los Hombres de Negro fue la oportunidad perfecta para acechar a mi familia. Nunca se supo cómo llegaron ni de dónde venían pues eran taciturnos, erráticos e intimidantes. Pasaron meses estacionados frente a la casa de mi difunto abuelo, parecía que no dormían porque nunca se les vio moverse de allí, de vez en cuando llegaban con más personas y siempre con la misma pregunta: ¿qué pasó con Arcesio Bermúdez esa noche del 4 de julio?

Todo empezó a complicarse después del entierro de mi abuelo. A los Hombres de Negro o como los llamaban mis tíos -los espías negros-, se les vio por segunda vez en el Cementerio Central y una tercera a mediados de agosto, tarde en que los juguetes de mis tíos fueron estrujados accidentalmente y reemplazados por unos carros más vistosos, más elaborados y con más detalles similares al de sus donantes. 

Alrededor de dos semanas, una parte de mi familia regresó a Bogotá y de camino a la ciudad, los niños notaron algo anormal en sus juguetes; era la primera vez que brillaban y que adquirían un color similar al de la nave extraterrestre. Sin previo aviso los Hombres de Negro habían llegado primero que ellos a sus casas y sometieron a mis tíos a una prueba de hipnosis, por miedo, nadie puso resistencia, todos colaboraron pero todos se quedaron callados. Entonces se dispuso la sala para realizar el tratamiento junto con una máquina de grabación que habían traído unos agentes del gobierno y la APRO: el primero de ellos sintió que le revolvía el estómago, se sentía con sueño e intranquilo, sus pupilas habían girado hacia arriba, respiraba con esfuerzo y los labios le temblaban. El otro logró establecer una conexión inmediata y con las piernas completamente estiradas, los brazos reposados en el sofá y la cabeza ligeramente levantada, dibujó la misma nave vista esa noche. Cuando la sesión se terminó, los Hombres de Negro se fueron y junto a ellos los carros que días atrás habían sido obsequiados. 

 

 

Nunca más se supo de ellos, algunos dicen que los vieron merodear de nuevo en el pueblo, pero ningún testimonio ha sido confirmado.

Una desaparición sin explicación

Después de seis años, toda mi familia se reunió para realizarle la exhumación a mi abuelo. Se les había sugerido que, para evitar susceptibilidades, era pertinente la asistencia de dos o tres personas, sin embargo, nadie acató porque así es mi familia, valientes y berracos. El día se llegó, todos se vieron a la entrada del Cementerio e ingresaron. El sepulturero firmó los correspondientes papeles, un asunto legal ya que se trataba del pasado de mi abuelo, y sobre todo porque unos años atrás unas personas insistieron en abrir de nuevo el cuerpo de mi abuelo negándoseles la entrada, y sin embargo cuando abrieron el féretro, lo único que vieron fueron un montón de piedras, ni un rastro del cuerpo.

Los casos OVNIS nos invitan a hacer una indagación de manera minuciosa con el fin de hacer una observación crítica y objetiva, para evitar malinterpretaciones como aquella vez entre los años de 1948 y 1969, cuando las Fuerzas Aéreas Estadounidenses llevaron a cabo un estudio llamado PROYECTO LIBRO AZUL, donde se encontraron alrededor de 12.400 avistamientos en el mundo, de los cuales un porcentaje de ello estaban asociados a satélites, globos y aviones convencionales.

Hasta el 2008, Colombia ha reportado cientos de avistamientos, algunos más misteriosos que otros; por ejemplo, el caso del colegio San Façon en 1979 en el patio de esa institución, que hacia las 10 de la mañana y por 30 minutos, unas luces en el cielo se suspendían muy cerca de las astas de las banderas, o el famoso libro Gran alborada humana escrito por Enrique Castillo, el primer costarricense residente en Colombia que tuvo un contacto extraterrestre y que entre sueños se le dio órdenes de su encuentro en alguna laguna sagrada en Boyacá para revelar un mensaje de paz y no violencia, o en 1991, un hombre en Tabio, que según él, había sido raptado por una nave espacial apareciendo a la mañana siguiente en Pitalito, donde supuestamente lo introdujeron en una cabina de cristal, lo obligaron a quitarse los pantalones y constantemente recibía unas luces fulgentes en su cabeza hasta perder el conocimiento, a quien, los científicos lo tildaron de farsante ya que es usual, que en los secuestros por ovnis, la gente no recuerde absolutamente nada.

Independientemente de su veracidad o no, ¿cómo puede manejar el público sobre la verdad de los extraterrestres? ¿por qué los militares siguen intentando perseguir y derribar a los ovnis? 


Cristina Cueva

 

 

 

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